¡Cómo no habíamos previsto la manipulación genética
de los cuentos! Los hermanos Grimm ya sucumbieron a ese poder hipnótico y
persuasivo de los cuentos. Estas narraciones se retratan como lugares excelsos
para transmitir sociedades bienpensantes
y bienaccionantes. Y, precisamente, este es el eje estructural del
artículo firmado por Antonio Rodríguez Almódovar titulado El mescándalo de Blancanieves,
el
cual se
puede encontrar en la Biblioteca Virtual Cervantes dentro del área de
Literatura Infantil y Juvenil (sección Crítica e investigación).
El genoma del cuento no está a salvo. Esta noticia
tambaleó un poco la visión paisajista que los estudiosos alemanes mantenían sobre
el cuento. Se modifica su genoma y así surge una sociedad liberada de pulsiones
y acciones políticamente incorrectas. Es imposible que una madre envidie a su
hija, pero una madrastra, sí, por lo tanto la madre de Blancanieves se
transforma, por orden de la reescritura, en una malvada madrastra que atesora
en su interior la inquina más absoluta.
De esta manera Blancanieves pasa de tener una madre
impropia a tener una preciada madrastra y, así, también se soluciona, de un
plumazo escritor, la crueldad inherente en la mayoría de los relatos de
tradición oral. La finalidad totalmente legítima de muchos de estos escritos
consistía en proteger a niños y a niñas de la familia, esa estructura social con
dudosa reputación, ofreciéndoles una cruda visión de su interior e invitándoles
a abandonarla para evitar daños mayores.
Estas mutaciones colaterales que benefician el
transcurso de la ordenada sociedad crean una nueva corriente estética que se
desenvuelve con soltura en nuestros días.
En definitiva, el mescándalo permite legitimar pulsiones indecentes y adquirir un rubor
maquillado.